Tengo una mano de uñas coloradas, rojo sangre, y otra natural, sin esmalte.
Sentada en el escritorio, apoyando un brazo en el cajón a medio abrir para que me resulte más cómodo escribir; bajo el otro brazo hojas de carpeta, ejercicios y apuntes que descansarán hasta mañana; el celular que ya no recuerdo cómo suena; el box de cigarrillos; dos de esas tarjetitas que te dan los chicos en el bus con imágenes religiosas; lapiceras, servilletas de papel, algodón y el cable para cargar el Mp4 completan mi rincón.
Suena buena música, de esa que buscamos cuando estamos mal, para concluir la tarea fina con el llanto.
Es viernes, va, sábado ya, y yo en la red, sola y sin ánimos.
"Ana, es tan corta la vida, y son tantas despedidas llenas de promesas vanas...
Ana, que sera de nosotros cuando caigamos y otros ocupen nuestro lugar?"
Presiento que no me van a alcanzar las horas del día, de los próximos meses, para hacer todo lo que quiero hacer, pero ahora estoy acá y mi única ocupación en mi cabeza, y puedo asegurar que no es poca cosa, mis miedos, penas y arrepentimientos, locuras y llantos... mucho.
Me falta el freno a todo esto; el sueño, a eso no lo consigo ultimamente.
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