jueves, 8 de enero de 2009

Desde chica tuve la manía de escribir.
Escribía en cuanto papel encontrase, lo primero que se me venía a la cabeza.
Qué era mi musa, cuál o de dónde la sacaba, es todo un misterio, pero siempre
tenía algo nuevo. Tenía un cajón en el armario que rebosaba de hojas blancas lisas, rayadas, cuadriculadas, borradores, escritos por todos lados. Un día los saqué y los pegué por todo el frente del ropero. Estaba lleno, y aunque era bien grande, me quedaban un montón de papeles por pegar. Necesitaban respirar y sacarse la mufa del olvido, del silencio encadenado en trazos
azules algo borroneados. Leía mucho, Benedetti, Neruda, Machado, Lorca, Ruben Darío... ése era mi favorito "Sonatina". Recuerdo que un día esperaba que mi papá se terminace de alisar y escuchaba "Naranjo en Flor" en voz del Polaco Goyeneche, cuando percaté que en ese CD, habia una modificación en la versión original del tema, donde el Polaco rezaba "la princesa está triste, qué tendrá la princesa? los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color..." y me dije -ésto yo ya lo leí, ésto lo conozco-. Empecé a revolver todo en busca de ese librito púrpura donde creí haber visto el poema. Nos íbamos a Santa Fe, de mis abuelos, pero necesitaba encontrarlo antes de marcharnos. Y así fue. Estaba todo polvoriento entre unos grandes Atlas, en el mueble al lado del televisor.
Era mi tesoro.
La compulsión por la escritura fue menguando, dando paso a otras pasiones, no menos importantes. El Arte, la pintura, el diseño, el turismo, la sociología, filosofía y los eventos.
Todo de lo que quiero saber, todo de lo que me desespera por aprender y exprimir hasta lo imposible esta cabeza.
Mis pasiones... uff, si tendré hartas locuras.
Hoy volví a pensar en esas hojas raídas en los cajones del escritorio y por ellas fui.
Es increíble pensar, saber que a los 14 años soñaba sentir lo que hoy siento, palpitaba el futuro
con hambre de inspiración. Sólo que esa inspiración era la soledad sentida desde el estómago
y el mal de amor arraigado desde los talones hasta el cubo bacío de mi hemisferio derecho.

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