Dejate llevar a donde nadie fue, profanando silencios inmaculados, buscando lo inalcanzable, sintiendo lo inexplicable... Donde habita el olvido, donde nadie llegó, donde los suspiros resuenan en la noche y la ternura de la brisa te besa la cara...
viernes, 17 de diciembre de 2010
- GRAMELO -
Fueron tres minutos.
Lo que tarda cualquier mortal en exhalar.
Sólo eso bastó para perder el libreto.
Se echó todo a la marchanta, se quebraron los preimpuestos. La ciudad había quedado desnuda.
Y yo sin mi libreto.
Le dije a la Flaca que está siempre abajo del edificio. Quizás ella lo había visto, pero nada. Cientos de hojas, papeles construídos por... años, muchos años! y ahora, en cero. Otra ves.
Aunque en realidad, no se si alguna ves estuve "0Km".
¿Hay algo antes de los discursos?
Aprendemos por imitación: hablamos porque escuchamos, caminamos porque... nos caemos?
Y la Flaca no había visto mi papeleta.
Y yo estaba en medio de un puñado de smog, estrellas y tabaco, que me daba de patadas en la nuca.
Y sin mi libreto.
Me senté en el cordón de la vereda, prendí el último cigarro que me quedaba y me recosté sobre mis alas.
La vida se me había estado burlando descaradamente y yo, con mis líneas, no había hecho cosa más que sortearla como quien salta entre charcos y baldosas los días de lluvia.
Y me encontraba en medio de la avenida: los autos, sin ánimos de guiñarme un Sol, me arrazaban la sombra, me cortaban la mirada.
Tenía que rearmarme alguna especie de libreto o... o elegir no seguir ninguno y aprender a andar entre las gotas de rocío.
Estaba cansada de los papeles de extra, de los roles secundarios, de que me echen de la escena por no hacer una "buena mala", pero a su ves, había un "no se qué" en esos escenarios que me gustaba, algo que me hacía sentir como en medio de un baile de Tap.
Tap, sí. Inclusive cuando terminaba el baile: no había más que mareos y la paga mensual del bar locatario, en un sobre blanco con mi nombre espléndidamente manuscrito. No había nadie. Sólo un sobre.
Y el nuevo libreto.
Respiré la bocanada más profunda que mis pulmones jamás dieron: fue como sentir dos manos entre mis alveolos, arañándome, pero sin rasgarme.
Exhalé y me olvidé de la Flaca, los libretos, los papeles y roles.
Me levanté, calcé el morral y como quien no quiere la cosa me fui despacio, muy despacito cruzando la calle... saltando sedas y esperando las tres luces celestes del semáforo.
Sin guiones.
Llegué al décimo piso y me tiré.
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1 comentario:
Es triste y bastante mambeado...
Estoy para cuidarte de vos...
Pero es bueno que utilices la literatura para terminar con esos demonios internos.
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