martes, 17 de marzo de 2009


Todo empieza una vez más, aunque nunca haya tenido un fin.
Creo aún en los milagros; esas cosas que no sabemos cómo explicar que nos dan lo que queremos y recrean la felicidad.
Creo en el destino y en ese ser que una vez se manifestó.
Creo que cien años no es nada y que aunque recién valla por los 20, es tremendo tanto tiempo.

Creo en el amor para toda la vida, en la sencillez de las almas y la perfección de los cuerpos en armonía, conjugados, cual puro encastre hace al "amor" al mero acto de sublevación ante lo terrenal y cotidiano.

Creo en los amores desaforados y utópicos.


Creo en demaciadas cosas, y son esas, mi veneno y mi antídoto.
Me hacen renacer desde lo más inmundo de la humanidad hasta llegar a lo más pulcro de los seres.
Me llevan traen de los pelos como si nada fuera, como si mi cuerpo les molestara en medio de la nada, del todo, de ese imposible incompleto.
Me transporta a lo inconcevible, a lo mundano.
Me hacen y deshacen, me florecen y pisotean.


Así me hacés vos, así me llevás. Así me tenés.


Esas son mis pasiones, mis fracasos escondidos, mis nostalgias más añoradas, mis pesadillas más soñadas.

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